Seleccionar página

El mindfulness es un recurso cada vez más utilizado para ayudar a todas aquellas personas que manifiestan en sus vidas episodios de mucho estrés, ansiedad o graves dolores físicos. Esta técnica, que se podría traducir como atención plena y que está tan de moda, nos enseña a ver con objetividad los problemas, al centrarnos en el momento presente. Podemos aprender a observar las situaciones con neutralidad, sin preocuparnos por todo lo que nos rodea. Y cuando digo “preocuparnos” automáticamente me asalta la risa. ¿Quién nos habrá enseñado a preocuparnos? Analicemos esta palabra. “Pre” significa con anterioridad, por lo tanto pre-ocuparnos sería ocuparnos con anterioridad, es decir ocuparnos antes de que ocurra. ¿Qué disparate es este? No sería más razonable e incluso más ecológico, ocuparnos de las cosas ¡cuando ocurren!

Algunas personas en este momento estarán pensando que hay ciertas cuestiones en nuestra vida que merecen ser planificadas y necesitan de nuestro control. Pero es que precisamente al preocuparnos no estamos planificando, ni tenemos ningún control, solo estamos sentenciando cómo deberían suceder las cosas. Y las cosas simplemente suceden. Y este acontecer muy pocas veces tiene que ver con nosotras o nosotros. Claro que podemos accionar, es decir ocuparnos. De nuestra economía, la salud, las pérdidas, gestionar el tiempo, nuestra familia, la sociedad, nuestras emociones, etc. Pero siempre podemos hacerlo en este momento presente. Por eso esta técnica se centra en la respiración.

Cuando respiramos estamos aquí y ahora. No se puede respirar en pasado ni en futuro.

Bien, a qué se le llama atención plena. A prestar atención, así de fácil. Pero una atención abierta, sin juicios, sin reacción, sin interpretaciones. Se practica de forma deliberada al principio y a medida que vamos avanzando desaparece ese esfuerzo de voluntad y se va dando espontáneamente. Nuestra respiración es nuestro contacto, con el cuerpo, el entorno, la consciencia. Al centrarnos en estos aspectos, dejamos de tener estrés o preocuparnos por aquellos que no podemos controlar y que son los que nos provocan estos problemas.

El mindfulness se ha popularizado en los últimos años pero la verdad es que su origen es mucho más antiguo. La atención plena es la base de la meditación en todas las tradiciones budistas, Zen, Vipassana, Vajrayana, etc. Muchos especialistas señalan que el mindfulness no es más que la adaptación occidental de una técnica de meditación.

Sea cual fuera su origen, lo interesante es que está demostrando muy buenos resultados en muchas áreas, también en la medicinal.

El funcionamiento del mindfulnes es simple: a mayor atención, mayor conciencia y mayor profundidad de comprensión. Y esto es absolutamente universal, pues tiene que ver con la naturaleza de la mente humana. Es la capacidad de poner conciencia. No tiene nada que ver con una creencia, religión, filosofía o puntos de vista.

Esta técnica, con la práctica, ocasiona invariablemente lo que se llama el despertar de la conciencia. Esto es, permite el acceso a esa sabiduría innata que todas las personas poseemos. Y podemos salir de la aflicción, del sufrimiento y del autoengaño. Ya no nos preocupamos, sino que nos ocuparnos cuando toca, no antes. Porque confiamos en nuestra propia sabiduría. Sabemos que somos capaces de accionar, estamos siempre a la altura de lo que requieren los acontecimientos. No necesitamos estar preparados con anterioridad. De todas maneras nunca sabremos a qué atenernos, porque la vida es incertidumbre y aprender a vivir con la incertidumbre es todo un aprendizaje.

Para empezar podemos prestar atención a nuestra persona. Nuestro cuerpo puede servirnos de laboratorio de investigación. Prestar atención es algo que todos los individuos hacemos de forma ocasional, a veces selectivamente y en general no solemos advertir la totalidad de lo que es objeto de nuestra atención. Por ejemplo: delante nuestro hay un plato de comida. ¿Nos disponemos a comer directamente? ¿O antes observamos su forma, colores, olores y sonidos? ¿Saboreamos la comida o simplemente la devoramos con prisa porque tenemos hambre? ¿Percibimos las diferentes texturas de sus ingredientes o ni siquiera sabemos de qué está hecha? ¿Simplemente me gusta o no me gusta, así sin más, o me concentro en disfrutar de este momento único, irrepetible que es este instante con este plato, esta comida, en esta mesa, en este entorno…?

¿Lo has probado? Si lo haces, notarás la diferencia que existe entre comer con o sin atención plena.

Imagínate vivir un día entero en atención plena. Y la vida es esto. Este preciso instante en que estás leyendo este artículo. ¿Lo estás haciendo con atención plena?

Muchas personas que han venido a aprender midfulness en el primer encuentro me dicen que han probado meditar y que no pueden, porque no saben poner “la mente en blanco”. Yo les contesto que no sé qué es eso. Que no se puede poner la mente en blanco. La verdad es que para la mayoría de las personas la mente es bastante errática.

Les digo que suelo imaginar mi mente como un árbol lleno de monos saltando incansablemente de rama en rama. Y lo que yo hago es observar como saltan. No intento controlarlos, ni que se vayan o desaparezcan. Mas bien todo lo contrario. No los rechazo, porque aprendí que al observarlos me brindan información sobre mí. Gracias a ellos me di cuenta de la gran cantidad de energía que gasto en saltar de la rama del pasado a la rama de la queja y de ésta a la de las lamentaciones, de los recuerdos y de lo que debería haber hecho. También están las ramas del futuro. De la planificación salto a las probabilidades de que ocurra. De las fantasías a las de anticipar desastres…

Mi árbol tiene infinitas ramas. E infinitos monos. Así es muy difícil estar relajada, tranquila, confiada, en paz conmigo misma. Sin embargo, con la atención plena, conectada al presente con mi respiración, con mi cuerpo, mis sentidos, el entorno, los monos se van aquietando solos. Se sientan en una rama y me observan a mí. Ahora yo soy la protagonista de la película y ellos los espectadores y poco a poco se quedan dormidos y puedo ver más allá del árbol. Puedo ser ese espacio vacío donde todas las potencialidades están presentes. Y ahí la relajación aparece sin que yo la busque.

Como toda técnica se aprende y se perfecciona practicando. Tengo más de 35 años de práctica y aún sigo aprendiendo. Este es un viaje que no tiene fin.

Para darle un marco teórico a esta experiencia me gustaría compartirte los fundamentos que según el profesor Jon Kabat-Zinn, son necesarios para cultivar la consciencia plena. Jon Kabat-Zinn es pionero en desarrollar un programa de midfulness en los hospitales para enseñar a los asistentes a afrontar el estrés, el dolor y la enfermedad. Yo me he inspirado en este programa para realizar mi curso de Mindfulness.

Como todo aprendizaje tenemos que poner mucho de nuestra parte. La actitud y el compromiso tienen que estar presentes. Él lo resume en 7 actitudes básicas:

  1. No Juzgar: Ser testigos imparciales de nuestra experiencia, sin juicios. Y de tenerlos, que es lo más común, tomar conciencia de ellos, darnos cuenta de lo que está sucediendo, no quedarnos en el enjuiciamiento, sino volver a la respiración consciente e invitarlos a que se vayan.
  2. Paciencia: Aprender que las cosas suceden cuando tienen que suceder. Respetar el proceso, sin tomar atajos para acelerarlo. Mantener la conexión con el presente, mente abierta a lo que ocurre en este momento, sabiendo que ya se desarrollarán los acontecimientos cuando sea su tiempo.
  3. Mente de principiante: ver todo lo que sucede como si fuera la primera vez. Esto provoca una apertura de mente. Aumenta la receptividad a descubrir nuevas perspectivas. Es importante salir de nuestras ideas preconcebidas de conocer, saber, opinar y aprehender.
  4. Confianza: Desarrollar una confianza en nosotras/os mismas/os. Confiar en nuestra intuición, en nuestra sabiduría, reconocer nuestra autoridad, sin demonizar los errores, porque de ellos aprendemos. Escucharnos. Sentirnos. Nuestra vida es nuestra y somos responsables de vivirla con plenitud.
  5. No esforzarse: No tenemos ninguna finalidad. No hay que hacer ni intentar nada. No hay objetivos que alcanzar. Solo prestar atención a lo que está sucediendo ahora mismo, en este lugar, en este cuerpo. Observar nuestras sensaciones, si se manifiestan emociones, algún dolor, picazón, tensión, lo que sea. Permitirnos experimentar lo que ocurre, respirando, estando presentes, momento a momento.
  6. Aceptación: Consiste en ver las cosas como son. No cómo creo que deberían ser. Tampoco negando los hechos. Si tengo dolor, acepto que me duele. Tengo una enfermedad, acepto que esto me está pasando a mí. Sea lo que sea lo que está pasando ahora, en este preciso instante, cambiará y pasaremos al momento siguiente que también cambiará. Mediante el cultivo de la aceptación estamos facilitando el camino hacia la sanación.
  7. Ceder: A veces cuanto más nos aferramos a algo, más difícil se hace dejarlo. Ceder es dejar ir. Un recuerdo, una emoción, una idea. Generalmente si una experiencia nos produce placer o es agradable tendemos a prolongarlas y tratamos de evitarla a toda costa si nos resulta dolorosa. Esta clasificación hace que las retengamos aún más en nuestra mente. Reconocerlas, no juzgarlas y dejarlas ir es ceder.

Esto que puede parecer sencillo de practicar, requiere un fuerte compromiso de trabajo con nosotras/os mismas/os y autodisciplina para realizar la práctica diariamente y así desarrollar la capacidad de la atención plena. Necesitamos hacer nuestro aporte de energía para motivarnos a empezar y seguir con la práctica. Generalmente los resultados se ven muy pronto en nuestra calidad de vida, autoestima y relaciones. Luego, seguiremos sintiendo sus beneficios en todos los aspectos de nuestra vida. Y esta suele ser suficiente motivación.

Si quieres aprender mindfulness, estaré encantada de introducirte en esta técnica de meditación y acompañarte en este proceso de transformación.