Seleccionar página

Si hacemos una mirada holística de lo que es un ser humano, es decir si tenemos en cuenta que estamos constituidos por cuerpo, mente, emociones, sexo, entorno, espíritu, una herencia, unas predisposiciones, etc. y que todo esto junto está formando el ser que somos, sería muy razonable pensar que: 

Cuando enfermamos no sólo se enferma el cuerpo físico, sino que todo el ser está enfermo.

 En la actualidad esta integridad familiar, social, cultural, emocional, mental y espiritual queda fuera de cualquier análisis en cualquier diagnóstico o enfermedad. Nos pensamos y nos reconocemos como este cuerpo solamente, que se ve, se toca y se estudia también en partes separadas: huesos, estómago, intestinos, riñones, corazón, pulmones…

 ¿Y quién se ocupa de atender al resto de nuestro ser?

 Desde la visión integral de la salud, un síntoma es la forma que encuentra nuestro cuerpo para enviarnos un mensaje de que algo no está funcionando armónicamente. Sin embargo no lo escuchamos, muchas veces hasta nos enfadamos con él, tratamos de suprimir esta manifestación lo antes posible y buscamos medicinas para tapar el síntoma.

 Tal vez lo pertinente sería descubrir la causa del mismo. No apartar la mirada de él. Buscar más allá. Aprender a escuchar esa voz que nos habla con un código propio.

 La enfermedad física es el lenguaje. Nuestro cuerpo habla. Generalmente vemos a la enfermedad como un acontecimiento no deseado, que irrumpe desde afuera y de manera inesperada en nuestra vida para convertirse en nuestro drama. Pero una vez que aprendemos a leer su idioma, la enfermedad deja de ser algo ajeno. En realidad nos pertenece, forma parte de nuestra biografía y de repente cuando se desvela su significado, nos completa, inevitablemente. Carl Jung decía que la enfermedad es el esfuerzo que la naturaleza hace para curarnos. 

Así el síntoma se convierte en un aliado, un maestro que nos ayuda a entender qué es lo que está pasando, dónde está el desequilibrio, a qué áreas de nuestra vida no les estamos prestando atención, qué hemos dejado de lado, qué cambios necesitamos realizar. Nos guía a encontrar el camino hacia nuestra sanación. Porque todas las personas nacimos con esta capacidad de autosanación, pero la hemos ido olvidando a lo largo de siglos de separación y desconexión. 

Tampoco es “casualidad” su manifestación en un órgano específico y en un momento particular de nuestra vida. Si sabemos escuchar, mirar y descifrar el mensaje del síntoma, esa señal que nuestro cuerpo nos está mostrando, nos irá diciendo qué cambios necesitamos hacer en nuestra vida. Qué responsabilidad tenemos en la aparición de esta alarma. Qué podemos poner de nuestra parte. Qué no estamos atendiendo, que hemos descuidado, cuáles necesidades no tenemos cubiertas. 

Comprender su significación nos conduce al cambio que nuestro cuerpo nos está pidiendo que hagamos, a veces a gritos con ese lenguaje cifrado llamado síntoma. 

Tal vez ese cambio tenga que ver con observar nuestros hábitos alimenticios, evitar ciertos consumos, gestionar mejor el estrés, encontrar sentido a nuestra vida, revisar nuestros compromisos, prestar atención a nuestras emociones, mantener vínculos amorosos, respetarnos, confirmar si estamos haciendo lo que realmente queremos hacer, brindarnos autocuidado, hacer ejercicio, dedicarle tiempo a un hobby, observar la calidad de los pensamientos, sanar heridas del pasado, replantearse cambiar de trabajo… Cada persona tendrá su necesidad y cada cuerpo su lenguaje.

 En mis sesiones podemos ir desvelando cuál es ese mensaje oculto que nos aporta un síntoma u órgano afectado. Por qué y para qué aparece en nuestras vidas y lo hacemos de manera vivencial. A través de la Terapia Gestalt vamos manteniendo una comunicación con nuestros órganos o sistemas afectados y mediante su lenguaje vamos descubriendo la relación que existe entre la enfermedad que se manifiesta y nuestra propia historia de vida. Es increíble la sabiduría que aflora en cada uno de los encuentros. Cómo nuestro cuerpo intenta avisarnos de lo que necesitamos hacer consciente. 

Cuando nos hacemos cargo de lo que nuestro cuerpo reclama y realizamos el cambio que nos propone, comienza un proceso de autosanación.

 Nos beneficiamos no solo en la salud física, sino en varios aspectos de nuestra vida, mejoramos como personas al conocernos mejor. Aprendemos a ser responsables, resilientes, a conectar con las otras personas desde otro lugar, a transformar nuestra realidad y por ende nuestro entorno.

 

Veamos un ejemplo que aclare mejor esta visión integral de la que hablo:

 

Una mujer de 54 años viene a visitarme con una tendinitis. Empezó con molestias en el hombro derecho y luego poco a poco el dolor fue incrementándose hasta que le impedía realizar cualquier tipo de movimiento. Se sentía una inútil. Tomaba analgésicos y antiinflamatorios. Recibió tratamiento de fisioterapia. El dolor no se iba. Decidió averiguar qué mensaje tenía para ella esta afección. Así que comenzamos con las sesiones.

 Me cuenta que está a punto de divorciarse. Su madre está enferma y necesita cuidados. Ella no puede estar todo el tiempo con su madre porque trabaja y además la empresa, con la nueva expansión, le exige realizar viajes a distintas ciudades.

 En una conversación con su hombro sale su enojo e irritación. Se muestra enojada con él, porque no la deja moverse, “justo ahora”, que ella necesita trabajar, para poder sostenerse sola. Le molesta que el dolor la paralice. Tiene que hacer muchas cosas. Y dice, angustiada: “No doy más, ya no sé qué hacer”

 La tendinitis es una irritación, inflamación o hinchazón de un tendón, generalmente producida por una sobrecarga, es decir exigirle demasiado. Y aparecía en el hombro. Una articulación que sostiene y mueve los brazos. Los brazos sirven para alcanzar, hacer, sostener, abrazar. En una articulación la distancia óptima es esencial. Si es menor hay roces dolorosos. Si es mayor hay distanciamiento. 

En este caso la irritación que el hombro manifiesta es su propia irritación. En sucesivas sesiones ella reconoce su enojo, con quién está irritada y trabajamos con su ira. Por otro lado necesita “sostenerse” sola. Es curioso que aparezca el verbo sostener, función que cumple el hombro. Podría haber usado independencia económica o cualquier otra palabra. Y cuando manifiesta que “no da más” o que se siente exigida por la empresa, aparece la sobrecarga.

Posteriormente le puso voz a su hombro. El que habló fue su dolor, le dijo: “o paras tú o te paro yo”. Le estaba exigiendo que se detuviese.

Allí es cuando ella se da cuenta de ¡cuánto se había estado exigiendo! Necesitaba tomarse un descanso de la acción. Necesitaba quietud para poner en orden su vida. Adaptarse al cambio. Poner límites. Tomar distancias. Por eso su cuerpo, desde la articulación de su hombro, le impedía la acción y le gritaba que no se exigiera más, que no se sobrecargara. Le mostró una necesidad que ella no estaba atendiendo.

 

El acompañamiento terapéutico en la decodificación de estos mensajes se realiza desde una escucha activa y respeto por la persona que presenta el síntoma, facilitando la toma de consciencia. Parece mágico pero en realidad es un proceso de descubrimiento muy esclarecedor. Cuando nos sentimos protagonistas de nuestra enfermedad comenzamos a desarrollar una conexión más profunda con nuestro cuerpo y aprendemos a escuchar nuestras necesidades. 

Te invito a transitar este camino de descubrir cuáles son los mensajes ocultos que tiene para ti esa afección que te aqueja. Ese síntoma que está reclamando un cambio en tu vida. Llámame.